Él golpeó tres veces, y se detuvo (2 Rey. 13:18).

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Para entender mejor lo importante que es servir a Dios con fervor, veamos un episodio de la vida del rey Jehoás de Israel. Cuando su reino estaba en peligro de caer en manos de Siria, acudió a Eliseo y, con lágrimas en los ojos, le rogó su ayuda. El profeta le mandó que disparara una flecha por la ventana en dirección a Siria. Aquel acto fue una indicación de la victoria que Jehová le daría. Esa garantía debería haberlo llenado de ánimo. Pero ¿fue así? No. Cuando Eliseo le pidió que tomara las flechas y golpeara con ellas el suelo, Jehoás lo hizo solo tres veces. El profeta se indignó, ya que para derribar a Siria “hasta el punto de acabar con ella” tendría que haber golpeado la tierra cinco o seis veces. Por su falta de entusiasmo, el rey no consiguió un triunfo absoluto, sino tan solo tres victorias parciales (2 Rey. 13:14-19). Del mismo modo, si queremos que Jehová derrame su bendición sobre nosotros, hemos de efectuar su obra con toda el alma.

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